viernes, 30 de abril de 2010

En SiLeNciO 6


"En mi caso, las claras aunque artificiales demarcaciones del paso del tiempo fueron las primeras en desmoronarse bajo la "presión" del silencio. Y cuanto más me adentraba en el silencio, más dificil me resultaba conservar la noción del paso del tiempo. Dejé de tener una percepción "normal" de cuánto tiempo había estado haciendo algo, de por qué continuaba con la tarea o me detenía. No era distracción y es posible que se viera acentuado por la escasa cantidad de horas de luz, pero me hizo darme cuenta de que nos hemos convertido en esclavos del reloj, de que dividimos ritualmente nuestros días y la ansiedad se apodera de nosotros, como le ocurría al Conejo Blanco de Alicia, si "perdemos" el tiempo. Es saludable recordad que se trata de un concepto muy moderno: hasta que la red ferroviaria se extendió por toda Gran Bretaña y los horarios se hicieron imprescindibles, no había una "hora nacional excacta"; el tiempo se medía por la luz diurna y en Oxford, por ejemplo, eran cinco minutos menos que en Londres. Cuando comprendí lo que me estaba ocurriendo sentí una gran liberación; me produjo una sensación de libertad, combinada con una especie de irresponsabilidad o de travesura casi infantil. Cuando llegué a la casa retiré el reloj del cuarto donde pasaba mis días, porque hacía mucho ruido y estropeaba el silencio. Las dos primeras semanas no paré de asomarme al otro cuarto para ver qué hora era, pero poco a poco dejó de interesarme".

(Sara Maitland: Viaje al silencio)


jueves, 29 de abril de 2010

aPoLo 11


Fue un pequeño paso para un hombre,

mas descarriló con él toda mi vida.


Fue mi anhelo más estratosférico:

Elevarme,

encaramarme,

coronar el Cielo.


Contemplar resumido en el silencio

el Mundo.


Fue mi vida toda una misión

aeronáutica.


Aprendí a volar con quince años

un ganso de lata,

antes que un coche.


Y mi trayectoria de cometa

me labró un destino

irrenunciable.


Y el reflejo falaz del espejo del cielo,

(luna aduladora)

supo convencerme de que era inmortal

estrella yo,

firmamento.


¿Fue para la humanidad un gran salto?

Ahora estoy en Lebanon, Ohio

(y eso solamente es lo que importa)

lejos de aquel páramo

de una sola cara

(desolada)

a la que entregué todos mis días.


Fue un pequeño paso para un hombre

en la dirección equivocada.




jueves, 22 de abril de 2010

En SiLeNciO 5


"En el mundo contemporáneo occidental es muy difícil pasar mucho tiempo en silencio en la propia casa; suena el teléfono, viene un amigo, alguien llama a la puerta con intención de pedir el voto, el cartero necesita una firma, se presentan los testigos de Jehová, vienen a leer los contadores, se termina la leche, hay que salir a comprar y la mujer de la tienda del pueblo tiene ganas de charlar un rato. En realidad es imposible. Eso sin contar lo que Byrd llamaba "urgencias": la urgencia económica de trabajar, de ganarse la vida, y la urgencia emocional del amor y la amistad. Mi vida era más silenciosa que antes, pero aún seguía chapoteando en las orillas del profundo océano de silencio cuya presencia comenzaba a intuir."

(Sara Maitland: Viaje al silencio)

miércoles, 21 de abril de 2010

En SiLeNciO 4


"Estoy sentada en el umbral de mi casita, con una taza de café, contemplando una extraordinaria vista de nada. Es maravilloso. Virginia Woolf, como es bien sabido, nos enseñó que una escritora necesita una habitación propia. Me parece a mí que no se enteró ni de la mitad. Yo necesito un páramo propio. O, como dijo una amiga, bastante enfadada pero sin duda sensata, cuando vino a ver mi última locura: "Sólo a ti se te ocurre, Sara... ¡no hay nada en 30 kilómetros a la redonda!".



No es verdad que no haya "nada": hay nubes de formas muy diversas, y el carrizo, la hierba, el brezo y los helechos se mueven cada cual a su manera al paso del viento, y los colores cambian, no sólo a lo largo del año, sino a lo largo del día, con la alternancia del sol y de las nubes. Aunque, en cierto sentido mi amiga tiene razón, y es la inmensa nada lo que me atrae. Observo y, al haber menos que mirar, lo veo todo mejor. Escucho la nada y detecto la armonía de sus ritmos y sus melodías silenciosas. El perfil recortado de la montaña, jalonada por los postes de teléfono y de la luz, contiene el silencio como un cuenco".

(Sara Maitland: Viaje al silencio)



Fotos: Casita y páramo en Escocia en donde Sara lleva 10 años a la caza del silencio.

martes, 20 de abril de 2010

En SiLeNciO 3


"La verdad es que todos llevamos una vida bastante ruidosa. La contaminación acústica figura hoy en el ideario ecológico junto a otras clases de contaminación que amenazan nuestra seguridad y nuestro bienestar. Pero, por cada persona que se queja de las prácticas aéreas de la RAF en vuelo rasante, de la inevitable música de fondo en todos los espacios públicos o del ruido intolerable de los vecinos y los borrachos que se pelean en la calle, hay cientos que necesitan un teléfono móvil, que eligen vivir rodeados de un ruido incesante, en sus casas o en sus oídos, y que se sienten incómodas o se asustan cuando se enfrentan al silencio. La "comunicación" (que significa invariablemente conversación) es el sine qua non de las "buenas relaciones". "Solo" y "solitario" han pasado a ser casi sinónimos; peor todavía, puede que "callado" y "aburrido" también empiecen a asimilarse como palabras con el mismo significado. Los niños desaparecen tras una pared de ruido: el de televisores y ordenadores en su propia habitación; los vagones para fumadores en los trenes se han convertido en "zonas tranquilas", pero incluso la gente que viaja en ellos lleva puestos unos auriculares".

(Sara Maitland: Viaje al silencio)


lunes, 19 de abril de 2010

En SiLeNciO 2


"El crecimiento orgánico también es silencioso. Las células se dividen, la savia fluye, las bacterias se multiplican, la energía recorre la tierra, y todo sin un murmullo. "La fuerza que como una mecha verde impulsa a la flor" es una fuerza silenciosa. El suelo, esa piel superficial, recibe el nombre de tierra y el planeta también se llama Tierra. Está vivo en su totalidad: late, palpita, empuja. Las esporas microscópicas de los hongos crecen, levantan el pavimento y derriban casas. Oímos el crujido del pavimento y el chasquido de las casas -las creaciones humanas son inevitablemente ruidosas-, pero los hongos crecen en silencio. Tal vez sea comprensible que el silencio nos aterre."

(Sara Maitland: Viaje al silencio)


domingo, 18 de abril de 2010

En SiLeNciO 1


"Todo crece deprisa y con fuerza. Y, naturalmente, crece en silencio. En nuestra cultura obsesionada por el ruido, es muy fácil olvidar que muchas de las principales fuerzas físicas de las que dependemos son silenciosas: la gravedad, la electricidad, la luz, las mareas, el movimiento invisible e inaudible del cosmos. La Tierra gira, y gira deprisa. Gira sobre su eje a unos 1.700 kilómetros por hora (en el Ecuador); orbita alrededor del Sol a 107.218 kilómetros por hora. Y todo el sistema solar gira a través de la galaxia, que a su vez gira a velocidades que apenas alcanzo a concebir. La atmósfera del planeta gira con él; por eso no nos damos cuentas de que está girando. Todo sucede en silencio."

(Sara Maitland: Viaje al silencio)


jueves, 15 de abril de 2010

PaTriAs LiTeRaRiAs


Escribe Proust: "Cada artista parece así como el ciudadano de una patria desconocida, por él mismo olvidada, diferente de aquella de donde vendrá, aparejando con destino a la tierra, otro gran artista".

Me resulta muy sugestiva esa idea de una "patria desconocida" desde la que extrae el artista su inspiración. Y creo que si hay un escritor cuya patria nos resulta a todos única e inconfundible, ése es Borges.

Patria de laberintos, de bibliotecas, de eternidades, de reflejos infinitos, de libros mágicos, de arcanos y esoterismos, de guerreros frente a eruditos, de falsas fuentes, de paradojas, de dioses, de mitologías, teologías y hombres inmortales, de aguerridos gauchos y reyertas...

Ésa es la patria literaria de Borges, a la que nos remiten sus deslumbrantes cuentos.

Si hubiera que elegir, por cierto, su homólogo en las artes gráficas, ése sería Escher.

miércoles, 14 de abril de 2010

mEnTe DoPaDA


También con el té me pasa. Se me aceleran, veloces, las ideas. No sólo con el café, que no bebo. Se precipita a raudales -se revivifica- el pensamiento. Y soy más feliz, drogado, y más vulnerable al entusiasmo. Es entonces que exige mi mente leer, imperativamente. (Sólo una vez en mi vida probé una pastilla de ésas que llaman de diseño, o síntesis: bailar, y no hablar, bailar, y no hablar, ni escuchar, ni siquiera ser, sino hacer, y bailar, y moverme, y saltar... eso me exigía entonces, también, como ahora, mi mente, imperativamente). Un té nada más, sí, soy como un niño, lo sé. Comí con mi hermano, con Pablo, poco antes del té. Y retrospectivamente pienso que hablando con él salvamos el día: save the day, dicen en inglés. Si me bebo un té -¡y no digamos un café!- necesito hablar o leer (que es otra forma de hablar) y aprovechar y disfrutar y amortizar los efectos del estimulante. Así que de vuelta a casa no pude evitar, a mitad de ruta, hacer escala en el FNAC. Mi mente, mientras, repasaba y enriquecía el argumento de un relato, de dos: me acelera y me permite pensar a dos bandas, como hacen las mujeres, simultáneamente. Buscaba "La santa", un cuentito incluido en el breve compendio de García Márquez: Doce cuentos peregrinos. Me habían dicho que podía interesarme para aquel relato que andaba rumiando. Lo encontré, lo leí, sentado en las escaleras que daban al baño: devorado y comprado. Me "servía", me inspiraba, era relacionable con el relato que llevaba en mente. Aunque he aquí un problema: ¿Qué no es relacionable si bebo café y hasta incluso té? ¿no es todo con todo? ¿no son todo signos inequívocos de un destino escrito? ¿no cobra sentido todo pensamiento, todo transeunte con el que me cruzo, todo, todo, todo? Y luego está Borges, que iba en la mochila. Y ahí me espera Borges, al llegar a casa. Y el té lo reclama, lo exige, imperativamente. Abro el libro y leo: "En busca de Averroes". Y quedo deslumbrado, siempre subyugado, casi iluminado. Transcribo pasajes tras paladearlos: "Eltiempo, que despoja los alcázares, enriquece los versos". También Borges, también este fragmento, todo con todo, todo "me sirve" y se relaciona y cuadra y encaja con todo y cobra sentido o así lo percibe mi mente, dopada. Y ya está. Y me voy. (Al gimnasio: a quemar el frenesí, para poder dormir). Y lo dejo, porque no tiene fin y el efecto es duradero e intenso...


martes, 13 de abril de 2010

SiEmPrE MaR



Antes que el sueño (o el terror) tejiera
mitologías y cosmogonías,
antes que el tiempo se acuñara en días,
el mar, el siempre mar, ya estaba y era.

¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento
y antiguo ser que roe los pilares
de la tierra y es uno y muchos mares
y abismo y resplandor y azar y viento?

Quien lo mira lo ve por vez primera,
siempre. Con el asombro que las cosas
elementales dejan, las hermosas

tardes, la luna, el fuego de una hoguera.
¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día
ulterior que sucede a la agonía.

(Jorge Lus Borges: "El mar")


domingo, 11 de abril de 2010

oRo GrAdUaL


Está bien que se mida con la dura
Sombra que una columna en el estío
Arroja o con el agua de aquel río
En que Heráclito vio nuestra locura

El tiempo, ya que al tiempo y al destino
Se parecen los dos: la imponderable
Sombra diurna y el curso irrevocable
Del agua que prosigue su camino.

Está bien, pero el tiempo en los desiertos
Otra substancia halló, suave y pesada,
Que parece haber sido imaginada
Para medir el tiempo de los muertos.

Surge así el alegórico instrumento
De los grabados de los diccionarios,
La pieza que los grises anticuarios
Relegarán al mundo ceniciento

Del alfil desparejo, de la espada
Inerme, del borroso telescopio,
Del sándalo mordido por el opio
Del polvo, del azar y de la nada.

¿Quién no se ha demorado ante el severo
Y tétrico instrumento que acompaña
En la diestra del dios a la guadaña
Y cuyas líneas repitió Durero?

Por el ápice abierto el cono inverso
Deja caer la cautelosa arena,
Oro gradual que se desprende y llena
El cóncavo cristal de su universo.

Hay un agrado en observar la arcana
Arena que resbala y que declina
Y, a punto de caer, se arremolina
Con una prisa que es del todo humana.

La arena de los ciclos es la misma
E infinita es la historia de la arena;
Así, bajo tus dichas o tu pena,
La invulnerable eternidad se abisma.

No se detiene nunca la caída
Yo me desangro, no el cristal. El rito
De decantar la arena es infinito
Y con la arena se nos va la vida.

En los minutos de la arena creo
Sentir el tiempo cósmico: la historia
Que encierra en sus espejos la memoria
O que ha disuelto el mágico Leteo.

El pilar de humo y el pilar de fuego,
Cartago y Roma y su apretada guerra,
Simón Mago, los siete pies de tierra
Que el rey sajón ofrece al rey noruego,

Todo lo arrastra y pierde este incansable
Hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
De tiempo, que es materia deleznable.


(Jorge Luis Borges: "El reloj de arena")


Foto: Seamus

viernes, 9 de abril de 2010

AqUeL NiÑo


Era un niño

y llevaba mi nombre.


El pardo de los ojos, si acaso.

Pero no el cabello,

que fue casi negro y castaño y cambiante y

(rubio albino) voluble,

como un amante infiel.


Llevaba tan sólo mi nombre

y era un niño.


Pasaba una a una las páginas

de viejas revistas

(me dijeron) sin romperlas,

como si las leyera.


Iba mucho a la playa y al parque y a los merenderos que hay en la Esperanza

(lo sé por las fotos).


Era (digo) un niño

y se llamaba Andrés.


Y fue antes de que existieran

la filosofía y el sexo,

los países que nunca podré recorrer,

los falsos recuerdos,

la estupefacción por las vueltas del tiempo cada año más veloces,

las medias verdades,

el lenguaje abstracto

(y no: bicicleta,

piñata,

sangre en las rodillas),

las clases sociales,

el escepticismo y la desconfianza al leer un diario,

la ironía, el sarcasmo,

la cruel sensación de la vida

en fuga.


Era un niño entonces

(o eso me contaron)

con mi nombre a cuestas.



miércoles, 7 de abril de 2010

SiN GaBaRdiNa


Nadine no se había quitado jamás la gabardina. El día en que Caroline fue contratada y comenzó a trabajar para la firma Hey&Key recibió la suya. Entonces Nadine se le acercó por detrás y le susurró al oído: “Recuerda que no debes quitártela bajo ningún pretexto”.

Caroline demostró desde las primeras semanas una gran competencia en la sección de albaranes a la que había sido asignada. El Jefe de sección era incapaz de disimular su malestar pero el Gerente de contratación no dejaba de redactar elogiosos informes sobre la nueva auxiliar del departamento de Albaranes y Facturas, informes que el Director General leía con fruición desde su despacho, rigurosamente enfundado en su gabardina.

El segmento de ocio de la sección en la que trabajaba Caroline empezaba a las 10:12 y concluía a las 10:27, solapándose durante cinco minutos con el segmento de ocio de la sección de Devoluciones, en la que trabajaba Nadine. El edificio de Hey&Key lindaba con los jardines de Kew Garden por lo que era habitual ver a los trabajadores de la empresa exprimir sus quince minutos de ocio sobre el perfilado césped, o a la sombra de una acacia o paseando junto a las hileras de verónicas y de rododendros.

Caroline y Nadine fraguaron una amistad llevadera al amparo del Kew Garden y de esos cinco minutos en los que sus respectivos segmentos de ocio se solapaban. La gabardina de Caroline parecía hecha a medida y al observarla podían adivinarse el motín de su frontis y sus caderas en curva. Nadine sin embargo carecía de cuerpo para llenar la suya y al verla pasear junto a su amiga la una parecía el simulacro fallido de la otra, una imitación frustrada, un remedo, un mendigo, un náufrago o una sombra. Pese a estas diferencias las dos muchachas no desaprovechaban estos cinco minutos juntas para conversar de los temas más dispares:

-¿Ni siquiera al llegar a casa? –preguntaba Caroline.

-Ni siquiera ¿qué necesidad? –respondía Nadine-. Además, su tela impermeable te protege no sólo de la lluvia sino también de las corrientes de aire. En los días de calor nadie te impide remangártela o incluso bajarte las solapas.

Cuando llegaba la canícula de agosto se formaba entre la gabardina y la piel una delgada película de sudor, muy refrescante.

Un día el Jefe de sección la abordó por detrás de su escritorio. Fumaba cigarrillos de menta para ocultar una halitosis con la que llenaba el aire de una peste a verdura ácida y a podredumbre:

-Señorita Caroline, el Gerente de Contratación está muy satisfecho con usted y el Director General me ha encargado que la felicite. ¿Hay algo que pueda hacer la compañía para que se sienta más a gusto entre nosotros?

Aquella misma mañana la tormenta y la lluvia habían sorprendido a Caroline sin paraguas. Su gabardina seguía empapada y al sentarse había encharcado todo su asiento y parte del escritorio. A la mayor parte de los albaranes que había comprobado se les había desdibujado la tinta con el agua y de la recia tela de la gabardina todavía seguían cayendo gotas de lluvia que hacían aún más ostentoso el charco que bajo sus pies se había formado en la moqueta.

-Pues no sé –dijo ella- me pregunto si sería posible…

Caroline se había quedado mirando al perchero vacío que permanecía, como olvidado, en una esquina. La mirada del Jefe de sección se iluminó con un brillo melifluo.

-Prosiga, se lo ruego. Puede pedir lo que usted quiera.

Caroline se atrevió a formular su demanda:

-Me pregunto si podría quitarme la gabardina aunque sólo sea para intentar secar todo esto. Será sólo un momento.

El Jefe de sección no frunció el ceño ni vociferó ni se tiró de las hebillas de su gabardina como muestra de enojo, sino muy al contrario, adoptó un tono de complicidad y de dulzura:

-Usted sabrá, señorita Caroline. Confiamos en usted y es por ello que le damos autonomía para que decida lo que es mejor en cada momento.

El Jefe de sección exhaló el humo del cigarrillo y tras un guiño y una mirada traviesa al perchero se dio la vuelta y se marchó. Caroline consultó el reloj y al ver que casi eran las 10:12 decidió esperar a hablar con Nadine:

-¡Estás loca! ¡Eso es lo último que debes hacer!

-Pero si me dio carta blanca.

-Ese tipejo quiere tu perdición, créeme.

Las dos compañeras se quedaron en silencio. Podía oírse el incesante zumbido de las abejas libando de flor en flor. El sol había interrumpido la mañana de lluvias.

-Nadine, quiero contarte algo.

-Qué.

-Un sueño. Fue hace un par de días. Soñé que estaba en la empresa. Todos estaban trabajando. Todos llevaban puesta su gabardina. Y de repente, sentí el impulso de quitármela. Y lo hice. Me quité la gabardina, Nadine: ¿y a qué no sabes lo que ocurrió entonces?

-Dímelo tú.

-Nada.

-¿Cómo nada?

-Como lo oyes, Nadine, no ocurrió absolutamente nada.

-Qué sueño más estúpido.

Los meses se fueron sucediendo siempre iguales y únicamente en los paseos por Kew Garden podía percibirse el cambio de las estaciones y el paso del tiempo. Hasta que un día, por culpa de un descuido y de un cigarrillo, ocurrió aquel trágico accidente en las oficinas de Hey&Key, precisamente en el departamento de Albaranes y Facturas.

Antes de que nadie pudiera darse cuenta de cómo había sucedido, el hombre ya estaba en llamas, revolcándose por el suelo y gritando: “¡Me quemo! ¡Auxilio!”. Todos los trabajadores de la sección se quedaron estupefactos, sin saber qué hacer para evitar la muerte del Jefe de sección. Caroline en cambio se llevó instintivamente las manos a la gabardina. Si se la quitaba y la arrojaba sobre su cuerpo quizás habría alguna posibilidad de salvarle la vida. Pero fue sólo un segundo y en seguida se avergonzó de esta idea. Afortunadamente tampoco ella se quitó en esta ocasión la gabardina.


martes, 6 de abril de 2010

lunes, 5 de abril de 2010

AgUdEzA ViSuaL


¿Ves algún ser vivo escondido?

sábado, 3 de abril de 2010